sábado, 31 de agosto de 2013

La luz

      Lo único que no quiero quedarme de todo esto es el miedo. Su miedo no se toca. Es sagrado. Encerrado en la caverna inescrutable de su persona, velado tras una máscara sonriente, tentador y brutal como los impulsos más primarios. Dejo que se vaya, que se pierda, que se pudra, que me deje. Que desaparezca para siempre. Que sea nada. Tenemos tiempo de sobra para curarnos un millón de veces. Pero para el miedo, no. Para el miedo no hay tiempo.




Adiós.

viernes, 30 de agosto de 2013

Junto a la roca roja

      Nos escondimos durante milenios. No dejamos que nada ni nadie rozase nuestra piel, temiendo que esta se tornara en gris ceniza. Habitamos las cuevas más oscuras y nos cobijamos en los rincones más polvorientos, huyendo de toda inútil existencia y añorando algo que no emitiese un halo aterrador. Por las noches te contemplaba dormir porque yo no podía, y por las mañanas tú me observabas, con esa mirada asustada que me rompía el alma, con ese rostro expectante que pedía explicaciones. Y yo te susurraba al oído que todo iba a ir bien y tú me hacías pensar que me creías, pero nunca llegaste a tener ni un ápice de esperanza. Recuerdo aquel día junto a una roca roja, escondidos de la luz abrasadora del amanecer. Ese día decidiste dejarte morir y yo no me dí cuenta y me castigaré por ello durante toda mi vida. Recuerdo aquel día más que ningún otro porque fue el último en el que pude llegar a pensar que quedaba algo, una diminuta posibilidad, una minúscula corazonada, y que lograríamos salir de esta. Me equivocaba. Una semana después noté que hacía tiempo que te había perdido, y entonces decidí perderme yo, contigo o sin ti, pero perderme. Y lo último que recuerdo de esa época terrible son tus dedos rozándome la cara, tu pequeña disculpa, y después, ya nada.

      A veces tú y yo nos topamos por la calle y noto que ambos cerramos los ojos durante unos instantes, quizás sabiendo que un cruce de miradas nos haría recordar todos esos momentos y nos abrasaría como nos abrasó la luz del sol aquel día fatídico, junto a la roca roja.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Trompetas del infierno

Entraste medio a escondidas
en busca de más de un beso,
comenzaste un juego eterno
del que no te escaparás.
Te encontraste en un aprieto,
coreaste un grito al cielo,
me dijiste "estoy jodida",
no te lo pude negar.

Y en las noches que le sigan
 no podrás dormir tranquila,
te perdiste antes de tiempo
 y no te pude alcanzar,
y así olvidamos lo que fuimos
 y no seremos jamás,
quemando fotos en una hoguera,
 en un solar.

Abres puertas imposibles,
 dejas salir la verdad.
Tu familia se persignan,
 se aproxima un gran final,
y tu mundo ahora se agrieta
 sin paciencia ni piedad,
hay cornetas y trompetas,
 suena una orquesta infernal.

Apareciste en mi casa
 con la cara desgarrada,
arañazos en tu cuerpo, 
y las uñas destrozadas.
Mi gritaste sin consuelo
 "Cabrón, me vas a matar",
me reí "Pero cariño,
 tu moriste tiempo atrás".
Y rompiste los espejos
 entre llantos y delirios,
te asomaste a la terraza
 y perdiste el equilibrio,
te agarraste a la baranda,
 te fallaron los tobillos.
Te perdí como quien pierde
 un reloj que ya es antiguo.

A veces me sorprendí
 extrañándote algún día,
pero siempre lo olvidaba
 con una ducha muy fría,
y así pasaban los años,
 algo faltos de alegría,
alguna mujer a medias, 
de nombre Ana o María.

Quizás sí sea verdad
 que siempre queda algún pero,
una espina que se clava,
 y te empieza a doler luego.
Quizás con todos tus huesos
 se rompió mi voluntad,
mitad se partió tu cráneo,
 mitad mi felicidad.

Te hablo por si en tu infierno
 aún me puedes escuchar,
espero alguien que me diga
 que lo hiciste todo mal,
que yo no tengo la culpa,
 que sigues muerta, y ya está.
Escapar de tu memoria,
 harto de andar hacia atrás.

Ahora estoy algo mejor,
 a veces inquebrantable,
aunque siempre duermo solo
 y las noches son brutales,
y te recuerdo en los días
 en que fuimos inmortales,
corriendo entre los arbustos
 como meros animales.

martes, 27 de agosto de 2013

Brotes

Muertos hoy, vivos mañana. Flores nacientes sobre pechos putrefactos. Piel blanquecina sellando las cicatrices.

El cambio. Llega, se queda, se va. Quizás vuelva. Quizás para no irse nunca más. Quizás no. Pero no hay nada que puedas hacer y los lunes transcurren imparables, todos ellos en diferentes mundos.

Tiempo de metralla, el enemigo es tu amigo. Es una guerra perdida antes de empezar. Ni Dios ni guía, solo tiempo.

Calma, tempestad.

Calma, tempestad.

Calma, tempestad.

Calma... y una última tempestad. Supongo que nos acabamos cansando.

Así que este es mi saludo, pero también mi despedida. Y luego, luego... luego solo eso, un punto en cero. Brotes entre cenizas.

Y volver a nacer.

martes, 6 de agosto de 2013

Un lugar vacío

Gírate y me juras que caerás desde el abismo antes que yo,
todo lo has perdido y te encuentro donde no se hace el amor.
Pero por Dios te sacaré,
las cosas no han salido bien,
lo intentaremos otra vez.

Han sido dos años congelados en neveras de calor,

buscas soluciones, yo cojo la carretera y digo adiós.
Por Dios que lo permitirás,
Siento encerrarte una vez más.
Dices que no y funcionas mal.

Y ahora sí que es cierto que despiertas sola por no perecer,

en un lugar vacío del que no comprendes qué es lo que está bien.
No tengo paciencia y las prisas no son buenas, ya lo sé,
pero alcanzo un ritmo y ya ni descanso un rato para ver,
si estás detrás, siguiéndome,
si vas después, queriéndome,
yo te he perdido, piérdeme.

domingo, 4 de agosto de 2013

Más allá del tiempo y la realidad

      Escúchame, no tenemos mucho tiempo. Él viene hacia aquí. Te ha buscado en pozos sin fondo. Te ha buscado más allá del tiempo y la realidad. Te ha buscado fuera de toda existencia y no te ha encontrado. Pero ahora sabe dónde estás y viene hacia aquí. Quizás quieras huir. Quizás hayas comprendido que no es la persona adecuada y que nunca serás feliz con él. No tengo ni idea. Así que puedes tomar otra elección. No es prometedora, seguramente acabe devastándote por completo, pero te la diré igual.

      Podemos irnos de aquí sin echar la vista atrás. Podemos ir a todos esos sitios en los que él te ha buscado,  más allá del tiempo y la realidad, porque él no volverá allí otra vez. No cree que lo merezcas. Entonces podremos empezar de nuevo, recomponernos y tratar de ser felices. Podemos hacer todo eso, pero recuerda que yo me iré. Porque no soy tuyo ni soy de nadie. Me acabaré yendo y quizás puedas aceptarlo y quizás no, pero es así. Y entonces no querré que me busques, ni más allá del tiempo y la realidad, ni en pozos sin fondo ni fuera de toda existencia. No lo querré.

sábado, 3 de agosto de 2013

Gloria no sabe vivir

      Gloria tenía veinte años y no sabía vivir. Dormía, comía, hablaba, respiraba, pero no sabía vivir. Sus padres se preocupaban mucho por ella y se gastaban ingentes cantidades de dinero en especialistas, pero todos ellos llegaban siempre a una única conclusión: "Su hija Gloria no sabe vivir."

      Gloria tenía un vecino que se interesaba siempre por ella, un chico calmado y muy silencioso. Se conocían desde hacía mucho tiempo y tenían más o menos la misma edad. Y aunque era lo más parecido a un amigo que había tenido, él nunca le había dicho su nombre. Pero eso a Gloria no le importaba, porque él era el único que no se preocupaba por ella, y que la aceptaba tal como era. Muchas veces, Gloria pensaba que si hubiese sido una chica normal, si hubiese sabido vivir, habría estado enamorada de su vecino. El resto del barrio, sin embargo, lo consideraba demasiado raro y trataban de acercarse a él lo menos posible.

      Un día que Gloria se encontraba en un parque, paseando, respirando, observando, pero no viviendo, una niña se acercó a ella con mirada curiosa, y le preguntó que qué le pasaba, que veía que estaba allí, en el parque, muy cerca de ella, pero que a la vez la sentía tan lejana y tan invisible que asustaba. Gloria sonrió torpemente a la niña, y le dijo las siguientes palabras:

      "Yo no sé vivir, pequeña. Yo no comprendo eso que hacéis vosotros, no entiendo cuál es el fin de vuestra existencia, no soy capaz de amar algo y aceptar que, tarde o temprano, ese algo desaparecerá. No quiero amaros, desearos y luego perderos. No sé cuál es el truco, no tolero ese sufrimiento que vosotros parecéis disfrutar y nunca, nunca querré aprender a vivir, porque eso significaría que en realidad, no acepto la muerte, y que me iré de ese mundo en contra de mi voluntad. Y la voluntad, la libertad, es lo único que nos queda. Por eso mismo no sé vivir."

      Los días pasaron y todo el barrio había oído ya, en boca de la niña, las palabras de Gloria. y la gente dejó de preocuparse por ella, para empezar a rechazarla. ¿Qué problema tenía? ¿Acaso se creía mejor persona que ellos, solo porque era como un autómata sin sentimientos? Así que poco a poco, Gloria se fue quedando completamente sola, aunque a ella eso no le importó, y el único que aún siguió saludándola fue su silencioso vecino.

      Gloria comenzó a preguntarse un día por qué el chico era el único que no le había retirado la palabra, y esa misma pregunta le hizo la siguiente vez que se vieron, a lo que él respondió:

"¿No eres tú también la única que me acepta en este barrio? ¿No eres tú la única que disfruta de mi compañía, aún siendo yo tan silencioso? Yo te aprecio porque tú me aprecias, yo te acepto porque tú me aceptas. Estamos condenados a entendernos. Yo te quiero, te quiero mucho. ¿Quién si no yo iba a querer con toda su alma a la chica que no sabe vivir? ¿Quién, si no la calmada y silenciosa Muerte iba a quererte tanto, Gloria?"

      Y entonces Gloria comprendió quién era él, y supo que, a pesar de no haber sido nunca una chica normal, a pesar de no haber sabido vivir, pudo querer a alguien, pudo abrazarlo y pudo desearlo y pudo sentirlo, y pudo dormirse en su regazo, junto al rellano de la escalera, para no despertarse nunca más.